ALÓ MAMÁ

¡Quién deseó tener una madre
tan amada como la mía!.
Ojos miel, cabellos canos,
vestida de negro tierna madre mía!.

Tu desfile de amor marcó mi vida;
en la infancia tu enérgica figura,
sucede un padre que abatida ayer te deja.
En tu viudez ... ¡Oh dulce madre mía!.

Tu perfil hidalgo hoy me integra,
me enseñaste de las penas, la esperanza.
Del amor su grandeza incierta;
del sacrificio donación y entrega.

Tu fértil vientre brindó cobijo,
acompañado de solidaria holgura:
No faltó pan, trabajo, ni censura
Cuando frágil a tus ojos me oponía.

Cual águila con fuertes alas,
tus garras cual ásperos puñales.
Tu mirada... ¡Oh tierna Madre mía!
marcó el sendero que aún me guía.

¡Qué decir del Nazareno!,
del cual aprendiste su amargura.
Tu vida… donación completa;
no erraste en tus valores madre mía.

Tu descendencia aún camina
Tu lecho aún cobija
Tu imagen... tu indómita bravura
¡Que delirio!. Tu recuerdo me domina.

Las espigas que sembraste ya maduran
en nuestra mesa al servirse se aprovecha,
ese pan con levadura se conjugan
la delicia del amor hoy fructifica.

Con el tiempo tu cabello más aclara,
tu cuerpo con los años más esbelto.
La palabra audaz, certera y sabia,
ese rictus de dolor con abandono.

En tus postreros años fuiste yunque
el calor como fuego aún me quema.
Tu silencio... Madre, ¿Quién lo define?
Ya no hablas... has cumplido tu faena.

En álbum familiar dispongo cartas,
mechón níveo de pelo envejecido,
a la muerte con devoción tomé
de tu frío cuerpo ya dormido.

Hoy evoco el tiempo ido,
siento un gran deseo de llorar.
El valioso camino recorrido
¡Quien madre!, lo volviera a caminar.

Caminante…, aquí me dejas,
Presente en tu casa estás.
En todo lugar y tiempo te recuerdo.
Hola Madre... ¿Cómo estás?